Blogiando por ahí, porque para que andamos con cosas, ¡somos hombres de estos tiempos! pura nostalgia leo en paginas de adolescentes diesisieteros, dieciocheros y diesinueveros aprox. Nostalgia, dolor desesperación, etcétera. La mayoría de esos estados que emanan, o bien, se cree que emanan en dichas edades. “porque me pasa esto a mi”, “la vida no tiene sentido”, “detengamos el tiempo para gritar fuerte en el silencio”, y bla bla. Es cosa de cliquear por la gigantesca variedad de fotologs, blogs, y nicks que dan vueltas por la Web y empezar a coleccionar la sesuda creatividad de nuestros camaradas. ¡Que más! si luego de paso me topo a un carismático revolucionario a la media que se nos aburre de lo anterior y propone “vivir la vida con soltura”, “aprovechar lo bueno, lo malo botarlo”, “livin la happy life” (haga valer mi inglés avanzado) y otras cosas más, que se yo.
Hay dos opciones que creo se pueden (deben) discutir:
O dejamos esto en manos de sociólogos, sicólogos e historiadores que nos diagnostiquen la causa de este estrés colectivo, de esta historicidad y alienación que hace ver a mis “cabros” tan parecidos los unos con los otros, mas parecidos, como dijo por ahí un profe a su generación que a sus propios padres (y a esto adhiero: mas parecidos al arquetipo o estereotipo que a los propios cercanos) y que, con algo de fe y confianza en nuestros “intelectuales de profesión” se consigan algunas de esas pastillas que emanan de la labia o de cualquiera de los medios viables para provocar remesones colectivos y así efectivamente consigamos darle una solución a la herida que se nos hizo sobre la piel.
O bien esta segunda opción: pensar en el hombre ya no en lo que a hecho (bien pudo tomar la historia un curso absolutamente distinto ¿y?) ya no en su comportamiento (ya sabemos que se debe a problemáticas casi matemáticas de suma, resta, multiplicación, división y orden de los factores que permitieron que algo se mostrara así, y no de otra forma. De esas sumas y multiplicaciones en las que el orden si altera el resultado) ya no pensar en lo construido para que los juicios sean efímeros ligados a un contexto. Sino pensar en el hombre, o bien, en la naturaleza del hombre. Abrirse camino entre las ramas construidas para ya no sanar la herida que esta sobre la piel, pues es tan efímero que finalmente una brisa calida traería el polen que haría florecer otras nuevas. Sino llegar a la base, al estado virgen de las cosas. Reconocer al hombre, para que luego hablemos de política y llantos, de derecho y justicia como un estado, concientes de ello, y no creerlos luego hijos de la naturaleza, mas de la cultura. Todo será posible, en la medida que todo sea comprendido desde lo virgen, cual dadaísmo que dio patadas en el hocico a todos esos artistillos contextualizados que por decreto se hacen efímeros, y no por ser consecuente al tiempo y a ese cuento de que “todo arte es hijo de su tiempo”, sino porque su propio marco se rompe con el tiempo. No así el arte. No así el hombre ni su sustancia.
Hay dos opciones que creo se pueden (deben) discutir:
O dejamos esto en manos de sociólogos, sicólogos e historiadores que nos diagnostiquen la causa de este estrés colectivo, de esta historicidad y alienación que hace ver a mis “cabros” tan parecidos los unos con los otros, mas parecidos, como dijo por ahí un profe a su generación que a sus propios padres (y a esto adhiero: mas parecidos al arquetipo o estereotipo que a los propios cercanos) y que, con algo de fe y confianza en nuestros “intelectuales de profesión” se consigan algunas de esas pastillas que emanan de la labia o de cualquiera de los medios viables para provocar remesones colectivos y así efectivamente consigamos darle una solución a la herida que se nos hizo sobre la piel.
O bien esta segunda opción: pensar en el hombre ya no en lo que a hecho (bien pudo tomar la historia un curso absolutamente distinto ¿y?) ya no en su comportamiento (ya sabemos que se debe a problemáticas casi matemáticas de suma, resta, multiplicación, división y orden de los factores que permitieron que algo se mostrara así, y no de otra forma. De esas sumas y multiplicaciones en las que el orden si altera el resultado) ya no pensar en lo construido para que los juicios sean efímeros ligados a un contexto. Sino pensar en el hombre, o bien, en la naturaleza del hombre. Abrirse camino entre las ramas construidas para ya no sanar la herida que esta sobre la piel, pues es tan efímero que finalmente una brisa calida traería el polen que haría florecer otras nuevas. Sino llegar a la base, al estado virgen de las cosas. Reconocer al hombre, para que luego hablemos de política y llantos, de derecho y justicia como un estado, concientes de ello, y no creerlos luego hijos de la naturaleza, mas de la cultura. Todo será posible, en la medida que todo sea comprendido desde lo virgen, cual dadaísmo que dio patadas en el hocico a todos esos artistillos contextualizados que por decreto se hacen efímeros, y no por ser consecuente al tiempo y a ese cuento de que “todo arte es hijo de su tiempo”, sino porque su propio marco se rompe con el tiempo. No así el arte. No así el hombre ni su sustancia.
Propongo a la filosofía y al arte. Yo estudiando historia como una auxiliar a esta, y no viceversa como lo han hecho ver estos viejos enciclopédicos de la P*.
P.D.:No se olvide de encargar su Cola de Mono!!
1 comentario:
hola...
se atreve alguien a comentarte en los ensayos??... digamos que yo tampoco pussy jaja
recien vi una foto del edo... me atrevo a decir que erez la version 3.1 de el jajaja
te quiero..
yo
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