23/10/21

 Una de las respuestas prefabricadas en las conversaciones de ascensor sobre los trabajos a los que se dedican los migrantes en Irlanda suele ser una recurrente que también se repite en Chile, "que vienen trabajar en lo que los Irish no quieren". Trato de evitar ese tipo de respuestas porque no explican nada, así como trato de evitar contribuir con lamentos en conversaciones sobre el invierno de mierda en Irlanda porque no tengo ningún interés en construir una red de compañeros de infortunio al respecto, aunque he usado la respuesta para notar reacciones, las que siempre suelen ser efusivas: "yes! ", "exactly! ". Naturalmente creo que tampoco es que los migrantes quieran andar limpiando departamentos de parejas modernas que confirman su relación hipocalórica pagandole a alguien para que les limpie la cocina y el baño y luego rankiarlos en una aplicación esperando una devolución que los haga lucir nice, o tener que cuidar pendejos insoportables mal educados por muy adorables que sean o cocinando porquerías y limpiando grasas cuándo todo el mundo está pidiendose una pinta. Hay márgenes dibujados por los distintos tipos de visas desde los que hay que esbozar una explicación, también barreras idiomaticas aunque eso es siempre surfeable.

En las cocinas particularmente no abundan Irish y es normal. Primero porque esta gente no cocina y se comen todo con ketchup, y porque evidentemente nadie quiere perderse el único fin de semana soleado del año picando cebollas o friendo papas para gente a la que cualquier sucedáneo le sabe extraordinario. Son poco más que estrategias de permanencia, por eso las cocinas estás llenas de extranjeros que pueden venderse como chefs aunque su experiencia venga de cocinar para si, con sus amigos, amores o de gulas después de una fiesta. Poco se necesita para deslumbrar culinariamente en un país con tantos bares como calles, dónde los momentos sociales están mediados principalmente por el alcohol y la soledad cubierta por deliverys y take away.


No hay comentarios.: