24/1/24

KIM

Según Pau, Kim era una pequeña yonqui que insistía cada vez que podía en su discurso de conciencia alimentaria para sentirse menos desequilibrada. Todo lo que hacia Kim para Pau era una performance. Yo estaba de acuerdo con la frase pero por diferentes razones. Kim no me asustaba como a Pau, de hecho me gustaba. Me atraía como atraen los misterios.
Una noche como pudo haber sido cualquiera, Kim se emborrachó y empezó a conversar con la gente del bar. Según con quien hablaba adoptaba diferentes actitudes en base al personaje que elegía, o que la poseía, difícil saber. Durante su performance no pudo evitar  provocar una pelea entre Manu y Pau, quien pese a los resguardos que tomaba respecto a ella, y pienso en parte por el respeto que me tenia y sabiendo que yo podía estar de ningún lado pero que si había que elegir jamás elegiría el de Manu, la defendió del intento de complot que el lustrín de la monarquía (así lo apodaron después) pretendía armar para expulsarla de la casa. "Tu sabes que ella no es normal, cierto?", me decía Pau. Mostrándome su desagrado por haber tenido que reñirse con Manu no por las razones por las que le hubiese gustado encararle. Abrí mis ojos perplejo empujando mis cejas mientras Kim lloraba desconsolada por el escándalo que inventaron a partir de su provocativa, pero como siempre, bien refinada presentación. Kim sabia pasarse de la ralla sin dejarse matar por Rómulo, sin tener que batirse a golpes siquiera.
Vivíamos juntos, vivíamos muchos, es cierto que tenían que haber reglas y las habían, el problema es  cuando se invocaban. Las reglas tienen que ser el último recurso a invocar cuándo el diálogo y la empatía fracasan.
Manu primero las invocaba y luego ningún diálogo era posible. En eso Pau todavía no era muy distinto y la discusión que tuvieron fue surreal, o al contrario, demasiado real. "Hay reglas, hay reglas... Tienes que entender que vivimos muchas personas... Hay reglas."
La verdad es que a mi nunca nadie me habló de las reglas, pero se apela al sentido común para asumir que existen. A Kim poco le importaba el sentido común, de hecho lo insultaba cada vez que podía y apuntaba a todos sus carceleros. Después de esa noche, Manu y Pau se convirtieron en los embajadores del sentido común y nunca más se hablaron. 
Kim se fue sin despedirse un par de semanas después y yo aun la recuerdo, como se recuerda lo insólito.

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