
Existe una especie de rechazo a lo que hasta el siglo pasado se conocía como “entrega” corporal y espiritual. Ya esta casi ausente el deseo de arriesgar que tanto se describía y mencionaba en las antiguas novelas e historias de carácter romántico. La sociedad del siglo 21 ( refiriéndome a la generación que esta empezando a envolver el globo) esta valiéndose de una especie de método científico para resolver conflictos afectivos, sin dar paso a lo que según yo, era lo único que nos estaba quedando libre: las emociones (refiriéndome a libertad en el sentido que no existía órgano artificial que las interviniera, mas que otra misma emoción), haciendo valer una presión social que motiva a una competitividad separando claramente a los “superiores e inferiores”, indirecta forma de traer nuevamente un criterio de selección natural, en la que el roce codo a codo con el similar es indispensable, sin ver ni caras ni corazones.
Se exige competitividad, la formación de un ser humano competente a las exigencias sociales, exigencias que el mismo órgano afectado (el individuo), crea de manera inevitable frente a un número de personas que evitan la flexibilidad, aun sintiendo la necesidad de conseguirla. Se quiere dejar de tirar piedras, no se hace por la desconfianza a quedar indefenso en un posible caso de que mi similar no la deje a un lado. Llevando entre manos una actitud defensiva, casi inevitable por el leve contacto y comunicación con el prójimo.
La antigua postura “llorona” que en muchos casos llegaba a ser objeto de la burla por los no afectados llevo a evitar el camino que la condujiecen. Vino a nuestros días una degeneración, al igual como en un periodo de la historia lo fue el degrade del neoclasicismo al romanticismo, o de la oscuridad del medio evo a un pensamiento completamente racionalista. Hoy la generación del siglo 21 da la espalda al sentimentalismo forzosamente, no por iniciativa propia, sino impulsado bruscamente a la negatividad de arriesgar. Mucho, al igual como en la historia influenciado o bien provocado por la sociedad. Teniendo en cuenta además que le sociedad la conforma el mismo individuo provocador de la muerte a la que teme.
Una vez mas es el ser humano el que cava su propia tumba, el que escribe de antemano su epitafio, lleva a extremos exagerados sus tendencias e ideales, extremos que pecan de extrema subjetividad (valga la redundancia), lo que conduce a un encandilamiento que evita ver posturas ajenas, de esta manera abrir camino a un universo amplio o bien alcanzar el consenso exacto al que se debe optar, por ser este el mejor o mas provechoso para el bien común, provocando también el colapso y agotamiento del recurso, lo que hace a sus “militantes” tomar una postura radical de 180 grados. Por supuesto haciendo nuevamente el quite a la neutralización. Que para mí, más que significar “traición”, significa cordura, y una madurez que se escapa de definir al contrario como el malo de la película, actitud que trae consigo el verdadero y efectivo avance sociocultural.
Se exige competitividad, la formación de un ser humano competente a las exigencias sociales, exigencias que el mismo órgano afectado (el individuo), crea de manera inevitable frente a un número de personas que evitan la flexibilidad, aun sintiendo la necesidad de conseguirla. Se quiere dejar de tirar piedras, no se hace por la desconfianza a quedar indefenso en un posible caso de que mi similar no la deje a un lado. Llevando entre manos una actitud defensiva, casi inevitable por el leve contacto y comunicación con el prójimo.
La antigua postura “llorona” que en muchos casos llegaba a ser objeto de la burla por los no afectados llevo a evitar el camino que la condujiecen. Vino a nuestros días una degeneración, al igual como en un periodo de la historia lo fue el degrade del neoclasicismo al romanticismo, o de la oscuridad del medio evo a un pensamiento completamente racionalista. Hoy la generación del siglo 21 da la espalda al sentimentalismo forzosamente, no por iniciativa propia, sino impulsado bruscamente a la negatividad de arriesgar. Mucho, al igual como en la historia influenciado o bien provocado por la sociedad. Teniendo en cuenta además que le sociedad la conforma el mismo individuo provocador de la muerte a la que teme.
Una vez mas es el ser humano el que cava su propia tumba, el que escribe de antemano su epitafio, lleva a extremos exagerados sus tendencias e ideales, extremos que pecan de extrema subjetividad (valga la redundancia), lo que conduce a un encandilamiento que evita ver posturas ajenas, de esta manera abrir camino a un universo amplio o bien alcanzar el consenso exacto al que se debe optar, por ser este el mejor o mas provechoso para el bien común, provocando también el colapso y agotamiento del recurso, lo que hace a sus “militantes” tomar una postura radical de 180 grados. Por supuesto haciendo nuevamente el quite a la neutralización. Que para mí, más que significar “traición”, significa cordura, y una madurez que se escapa de definir al contrario como el malo de la película, actitud que trae consigo el verdadero y efectivo avance sociocultural.
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