Anoche probé una rica mezcla de mariguana antes de volver a mi casa en bici. Mientras pedaleaba, la música que venía escuchando aceleraba o desaceleraba su velocidad según la velocidad del pedaleo, cómo esas cajas musicales que suenan mientras se les da cuerda. Durante todo el tiempo que llevo haciendo música con computadores y midis he soñado con un palacio análogo, asumiendo que salir del escritorio, el asiento y la pantalla compromete al cuerpo de manera distinta, influye en el flow (pese a no determinarlo evidentemente), y por lo tanto transforma la experiencia musical . Pensé entonces que poder cambiar el ritmo de la música según la velocidad de tu cuerpo mientras pedaleas no sólo vuelve todavía más ambigua la relación entre lo análogo y lo digital, también aporta a la experiencia corporal, a lo que haces con el cuerpo mientras haces música, un atributo cyberpunk que nada tiene que ver con el cantar de los milicos cuando salen a trotar en grupo.
También fue una noche de muchos zorros. Además de los típicos de Dublín, se me cruzó uno blanco casi llegando a Clontarf, raro.
Me acorde de Paul Willis que, burlándose de la tesis de Howard Becker sobre cómo se aprenden a interpretar los efectos de la mariguana al margen de su composición química, le dice: "Howie, change dealer", y le encontré razón, aunque entiendo a lo que va Howie.
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